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El lenguaje secreto de la inflamación silenciosa

Por Roberto "Tuca" Hortelano. 

 

Hay un susurro dentro del cuerpo que muchas veces pasa desapercibido. No duele, no alarma, no interrumpe la vida… pero está. La inflamación silenciosa es como ese vecino que mueve muebles a las tres de la mañana: no lo ves, pero sabés perfectamente que algo se está desplazando donde no debería.

 

En la práctica clínica —y en la vida cotidiana, dicho sea de paso— la inflamación crónica aparece donde hay estrés sostenido, mala calidad de sueño, azúcar de más, intestinos irritados y un ritmo diario que va siempre dos escalones adelante del cuerpo. Y claro, el cuerpo no es tonto: habla. A su manera, pero habla.

 

¿Cómo “habla” la inflamación silenciosa?

 

A veces con señales obvias, como articulaciones rígidas que tardan en arrancar por la mañana.

Otras veces con pistas discretas: digestiones pesadas, piel irritada, cansancio que no se explica, una especie de “mente nublada” que hace que uno lea la misma línea tres veces.

 

En laboratorio se ve como PCR alta, ferritina elevada, glucosa que no baja o triglicéridos que se suben al escenario sin invitación.

Pero en el día a día se siente más simple: un cuerpo que ya no se siente tan liviano como antes.

 

El fuego interno según Paracelso

 

Paracelso describía la enfermedad como un desequilibrio del “archeus”, esa fuerza interna que administra la vida igual que un buen maestro de orquesta. Cuando hay inflamación, ese maestro empieza a dirigir con la batuta torcida: la música sigue, sí, pero suena rara.

 

Si lo llevamos a lenguaje moderno, la inflamación silenciosa es exactamente eso: un sistema que sigue funcionando, pero en modo “campo minado metabólico”.

 

Y acá es donde la naturaleza vuelve a ser la aliada que siempre fue.

 

Cómo apagar el fuego sin quemarnos en el intento

 

En inflamación crónica, el abordaje tiene que ser integral. Nada de atajos, nada de “una cápsula y ya está”. El cuerpo es más sofisticado que eso.

 

Tres pilares funcionan siempre:

  • 1. Depurar y desinflamar

El hígado y los riñones son los bomberos del cuerpo.

Cuando trabajan bien, casi no te enterás.

Cuando están saturados… ahí empiezan los problemas.

 

Acá funcionan muy bien plantas como:

– Bardana, ambay, boldo, palo azul, ortiga, zarzaparrilla

– Y combinaciones pensadas específicamente para bajar carga inflamatoria y ácido úrico.

 

(Driadas tiene un blend que trabaja exactamente este eje: Ácido Úrico. Es suave, pero constante. Justo como tiene que ser un depurativo serio.)

 

  • 2. Calmar el intestino

Un intestino irritado es como tener una fogata adentro.

De ahí se dispara inflamación a todos lados: articulaciones, piel, ánimo, defensas.

 

Ahí ayudan:

– Malva, llantén, cúrcuma suave, melisa, menta spicata

– Dietas momentáneamente más calmadas, menos procesados, menos azúcar.

 

(Para este objetivo, productos como Acidgast o tinturas digestivas ayudan a bajar la tormenta.)

 

  • 3. Ajustar el metabolismo

Si la glucosa sube y baja como montaña rusa, la inflamación se prende como si fuera combustible barato.

 

Acá sirven:

– Cromo natural, canela, mezclas amargas, hierbas hepáticas suaves.

– Corregir horarios y reducir comidas nocturnas.

 

(Aequilibrium de Driadas calza perfecto en este punto: regula el eje digestivo-metabólico sin empujar demasiado fuerte.)

 

La pregunta final.

 

Si tu cuerpo estuviera hablando ahora mismo… ¿qué te estaría queriendo decir?

 

A veces solo pide que lo escuchen un poco más.

Y si uno sabe descifrar su lenguaje —científico, botánico y también un poco filosófico— el camino hacia el equilibrio deja de ser un laberinto.


Tuca Hortelano

Naturópata Generado.

 

Roberto Tuca Hortelano es naturópata clínico, investigador y divulgador apasionado de la medicina antigua y contemporánea. Combina mirada científica, práctica terapéutica y una curiosidad casi indomable por entender cómo dialogan el cuerpo, la mente y la naturaleza.

 

Generado y formado en fitoterapia, iridología, esclerología y medicina integrativa, bajo las premisas de Nat. Sergio Daniel Gutiérrez. Razona interpretando el organismo como un ecosistema vivo, dinámico y profundamente simbólico. Opta por bajar conceptos complejos a ejemplos cotidianos —porque la fisiología también cabe en una conversación de sobremesa— y usar la historia de la medicina para iluminar problemas actuales.

 

En Driadas escribe para acompañar, enseñar y, cada tanto, recordar que el cuerpo habla… incluso cuando uno finge que no lo escucha.

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