Por Roberto Tuca Hortelano – Columna de Salud Integral en Driadas
Hay días en los que la cabeza amanece como si alguien le hubiera bajado la perilla del brillo. Uno lee y relee la misma frase. Las ideas caminan más lentas. El ánimo está raro, como si algo se hubiera quedado a mitad de camino.
En consulta suelen decirme: “Tuca, estoy con la panza mal… pero además estoy como nublado.”
Y uno sonríe porque ya sabe el truco: cuando el intestino protesta, la mente hace eco.
Lo que antiguamente llamábamos “humores”, hoy lo explicamos con ciencia. Pero la esencia es la misma: el intestino tiene línea directa al cerebro. No pide turno. No espera. Habla.
Y cuando está inflamado, lo hace a los gritos.
El eje intestino–cerebro: la autopista más transitada del cuerpo
El intestino tiene su propio sistema nervioso —el sistema entérico— con más neuronas que la médula espinal. Maneja, regula, siente y procesa información todo el día.
Y esa información viaja hacia arriba por el nervio vago, como un mensajero incansable.
Si el intestino está bien, manda señales de calma.
Si está inflamado… bueno, manda señales de guerra.
La inflamación intestinal genera sustancias proinflamatorias que llegan al cerebro. Y el cerebro, cuando siente ese “ruido metabólico”, responde con síntomas muy concretos:
- niebla mental
- fatiga brusca
- irritabilidad sin explicación
- ansiedad digestiva
- baja tolerancia al estrés
- dificultad para concentrarse
Es decir… esos días raros donde uno dice “no soy yo”.
Pero sí, sos vos. Solo que con el intestino protestando.
¿Por qué se inflama el intestino?
Las causas más comunes son más simples de lo que parecen:
- comidas muy pesadas o muy procesadas
- exceso de azúcar
- estrés sostenido (el intestino lo siente todo)
- intolerancias leves que pasan desapercibidas
- disbiosis: cuando la flora intestinal pierde su equilibrio
- ácido estomacal bajo: la digestión empieza mal y termina peor
Y no hace falta “doler” para inflamarse.
A veces el intestino está irritado sin dolor, pero con consecuencias en todo el sistema.
Niebla mental: el síntoma que nadie relaciona con la panza
La ciencia lo llama “brain fog”.
Yo prefiero llamarlo “luces bajas”.
Porque eso es: menos claridad, menos chispa, menos conexión.
Y sí: muchas veces arranca ahí abajo, en el intestino.
Cuando la mucosa intestinal se irrita, la permeabilidad aumenta y aparecen sustancias que no deberían llegar al torrente sanguíneo. Es como si el filtro de agua empezara a fallar: lo que antes retenía impurezas, ahora las deja pasar.
El cerebro detecta eso y baja el ritmo. Se protege. Se vuelve más lento y selectivo.
La visión paracelsiana del intestino
Paracelso decía que “el vientre es la cocina del hombre”.
Una cocina con fuego demasiado fuerte quema los alimentos.
Una cocina con fuego débil no cocina nada.
Y una cocina desordenada… bueno, ya sabés qué pasa.
Hoy le llamaríamos:
- hiperacidez o hipoacidez
- disbiosis
- inflamación
- fermentación excesiva
- absorción deficiente
Pero el principio sigue siendo el mismo: si la cocina no funciona, tampoco funciona la casa.
Cómo calmar el intestino y aclarar la mente
Sé que suena poético, pero es literal: cuando el intestino baja la inflamación, la mente respira.
Tres ejes funcionan increíblemente bien:
1. Calmar la mucosa
Plantas como:
- malva
- llantén
- melisa
- menta spicata
- una cúrcuma suave
Son como apagar un fuego con telas húmedas: calman, cubren, regeneran.
(En Driadas, Acidgast trabaja específicamente este punto: calma, regula y ordena.)
2. Mejorar la digestión
Nada funciona si la digestión está lenta.
El ácido estomacal y las enzimas son la llave del proceso.
Hierbas amargas, boldo, jengibre suave y combinaciones digestivas ayudan a que la comida se procese como debe.
3. Repoblar la flora intestinal
No hablo de probióticos de farmacia solamente.
Las plantas también modulan la microbiota:
- zarzaparrilla
- ortiga
- bardana
- ambay
- palo azul
Y por supuesto, menos azúcares, menos procesados, menos irritantes.
Si hoy estás con la cabeza nublada, el ánimo raro y la digestión perezosa… no pienses que son tres problemas distintos.
Quizás son solo dos metros de intestino intentando pedirte que lo escuches.
Tuca Hortelano
Naturópata.
Roberto Tuca Hortelano es naturópata clínico, investigador y divulgador apasionado de la medicina antigua y contemporánea. Combina mirada científica, práctica terapéutica y una curiosidad casi indomable por entender cómo dialogan el cuerpo, la mente y la naturaleza.
Generado y formado en fitoterapia, iridología, esclerología y medicina integrativa, bajo las premisas de Nat. Sergio Daniel Gutiérrez. Razona interpretando el organismo como un ecosistema vivo, dinámico y profundamente simbólico. Opta por bajar conceptos complejos a ejemplos cotidianos —porque la fisiología también cabe en una conversación de sobremesa— y usar la historia de la medicina para iluminar problemas actuales.
En Driadas escribe para acompañar, enseñar y, cada tanto, recordar que el cuerpo habla… incluso cuando uno finge que no lo escucha.

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