"Dosis sola facit venenum"

La dosis hace al veneno.

Todo es veneno, nada es veneno, la diferencia está en la dosis. Paracelso

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Desde que existe la humanidad, existen los virus. Y desde mucho antes de que existiera la farmacia industrial, el ser humano ya había desarrollado estrategias para convivir con ellos, atravesarlos y superarlos.

Las infecciones virales no son un fenómeno moderno ni una “anomalía” que deba ser combatida únicamente desde la química sintética. Son parte del diálogo permanente entre el organismo y su entorno. El cuerpo humano no es un campo de batalla pasivo, sino un sistema inteligente, dotado de defensas, memorias biológicas y capacidad de adaptación. Las plantas fueron, durante milenios, las aliadas naturales de ese sistema.

Civilizaciones enteras —egipcios, griegos, romanos, pueblos andinos, culturas asiáticas y tradiciones médicas de todos los continentes— utilizaron resinas, cortezas, raíces, hojas, algas y minerales para acompañar procesos infecciosos. No lo hacían desde la ignorancia, sino desde la observación empírica repetida durante generaciones. Si una planta no funcionaba, se abandonaba. Si funcionaba, se transmitía. Así se construyó el conocimiento terapéutico ancestral: por ensayo, error y supervivencia.

Propóleo, ajo, quina, lapacho, artemisas, resinas aromáticas, hierbas balsámicas y amargas no fueron “alternativas”: fueron la medicina durante siglos. Su uso persistente a lo largo del tiempo es, en sí mismo, una forma de validación histórica. Ninguna sustancia se mantiene viva en la tradición si no aporta resultados reales.

ANTIVIRAL se apoya en esa memoria colectiva. No pretende sustituir al organismo ni suplantar sus defensas, sino reforzar el terreno biológico, acompañar al sistema inmune, proteger las mucosas, modular la inflamación y crear un entorno interno menos favorable para la replicación viral. Esta lógica —fortalecer al huésped más que atacar al invasor— es tan antigua como vigente.

La idea de que la salud solo puede existir bajo dependencia permanente de la industria químico-medicamentosa es un concepto reciente en la historia humana. Útil en muchos contextos, sí. Exclusivo, no. La humanidad sobrevivió miles de años sin laboratorios multinacionales, pero nunca sin plantas, sin observación de la naturaleza y sin respeto por los ritmos del cuerpo.

Elegir una formulación botánica no es rechazar la ciencia; es recordar que la ciencia comenzó observando la naturaleza, no reemplazándola. ANTIVIRAL representa ese puente: tradición y conocimiento, experiencia ancestral y mirada contemporánea, sin dogmas ni dependencias innecesarias.

Porque cuidar la salud no debería ser un acto de sometimiento, sino de comprensión. Y porque la memoria terapéutica de la humanidad sigue viva, esperando ser utilizada con criterio, respeto y conciencia.